10 de agosto de 2009

Bronce JJOO 84

Narciso Suárez: «El paso del tiempo es el que va dando valor a la medalla olímpica»

El vallisoletano vivió su día más glorioso en el piragüismo el 10 de agosto de 1984, cuando logró el bronce en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles

Narciso Suárez posa con la pala y la medalla de bronce de los Juegos de Los Ángeles.

eldiadevalladolid.com
Alejandro Nieto
Narciso Suárez (Valladolid, 1961) vivió su día más glorioso en el piragüismo el 10 de agosto de 1984. Aquel día conquistó la medalla de bronce en la distancia de 500 metros del C-2 junto al pontevedrés Enrique Míguez. Suárez se convirtió en un icono del deporte vallisoletano gracias a aquella medalla, a su paso por cuatro Juegos Olímpicos (Moscú, Los Ángeles, Seúl y Barcelona), sus tres diplomas olímpicos (séptimo en Moscú junto a Santos Magaz, sexto en 1.000 metros en Los Ángeles con Míguez y séptimo en C-1 en Seúl) y sus incontables éxitos internacionales y nacionales. 25 años después, Narciso Suárez es el presidente de la Federación de Castilla y León de piragüismo y uno de los mayores impulsores de este deporte en España.

A muchos les suena mi nombre, no mi cara». Dice en tono de broma Narciso Suárez, uno de los deportistas más importantes de Valladolid. Pocos saben que este hombre consiguió hace 25 años una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, un éxito al alcance de muy pocos y que según reconoce el propio Suárez, le cambió la vida. «Sé que siempre hubiera estado ligado al piragüismo de algún modo, pero la medalla me concedió un prestigio y un respeto que me permitió conquistar otros sueños», analiza. Junto al gallego Enrique Míguez, el vallisoletano Narciso Suárez, fue tercero en la prueba de C-2 de 500 metros. Un 10 de agosto de 1984.
25 años después, ¿qué imagen le viene a la cabeza de aquella histórica medalla de bronce?
La alegría y la satisfacción. Con el paso del tiempo lo recuerdas como uno de los momentos más importantes de tu vida. Seguí compitiendo en dos Juegos Olímpicos más pero queda ese sabor y esa satisfacción.
¿Qué recuerda de aquella mañana del 10 de agosto de 1984?
Eso siempre queda grabado en la mente. Teníamos posibilidades en aquella final a pesar de que montamos la embarcación con muy poco tiempo porque yo había tenido una operación en abril. Las primeras pruebas fueron alentadoras. Enrique Míguez se acopló rápidamente y en la primera Copa del Mundo en Alemania estuvimos cerca de los franceses y las esperanzas crecieron. En Los Ángeles estuvimos por delante de ellos cuando ya daban por supuesto que iban a ser medalla.
Se necesitó la photo-finish para dilucidar el tercer puesto.
La primera impresión siempre es la que vale y nosotros creíamos que habíamos entrado por delante. Fue una centésima la diferencia, lo que se podía medir en esa época, pero antes de conocer el resultado final sentimos que habíamos estado a la par con los franceses y eso ya era mucho. Con la photo-finish pudo comprobarse que ganamos de sobra.
Le operaron en abril de la rodilla y aun así ganó una medalla en agosto, eso sería imposible en el deporte de hoy en día.
Me clasifiqué para los Juegos de forma individual en Finlandia en 1983 y fui cuarto en el preolímpico. Pero en invierno me fastidié la rodilla haciendo esquí de fondo. Tuve que pasar por el quirófano y eso cambió los planes ya que no pude completar la planificación individual. Aun así pudimos subir al podio.
¿El bronce pudo ser oro o plata?
No. Los yugoslavos y los rumanos venían de ser primeros y segundos en el Mundial. Eran inalcanzables. Nos sacaron unos tres segundos en aquella final. Nuestro gran rival era Francia, porque yugoslavos y rumanos estaban muy por encima de nosotros.
Pero ese tercer puesto, con los años, ha ganado en importancia.
No lo cambiaría por nada. En ese momento vives la felicidad con tus compañeros de equipo, con el mundo del piragüismo y por supuesto sacas una lectura positiva de ese éxito. Pero el paso del tiempo es el que va dando valor a las cosas, sobre todo una medalla olímpica. Crees que después todo va a ser más fácil, pero llega gente nueva y joven. Entre Juegos Olímpicos pasan muchos años y hay muchos cambios y al final la medalla de Los Ángeles aumenta su valor.
¿Cómo vivió la que fue su segunda cita olímpica?
En la primera, en Moscú 1980, fue como de aprendizaje. No sabía lo que eran unos Juegos Olímpicos. Me impresionó la organización de Moscú aunque estaba un poco perdido con sólo 19 años. Tuve un compañero, uno de mis maestros, el leonés Santos Magaz, que me ayudó muchísimo. Nos metimos en la final en los 500 metros y logramos un diploma olímpico.
Magaz no continuó y aposté por la embarcación individual hasta el accidente y los Juegos de Los Ángeles con Enrique Míguez. Allí, después de Moscú y tres Mundiales, tenía más experiencia y las cosas más claras, sobre todo convencido de que podíamos conseguir una medalla. Los Ángeles es un sitio excepcional, un paraíso para el mundo del deporte con un público volcado con España. La sombra del boicot hizo volcarse a la afición con algunos países como el nuestro. Pudimos jugar en casa y eso fue bueno. Tuvimos que aclimatarnos durante dos semanas al enorme calor, casi 40 grados en el Lago Casitas, y a los horarios ya que competíamos a las siete de la mañana.
¿Qué recuerda de Seúl 1988, donde fue séptimo?
En Seúl fue la aventura individual. Estuve cerca del podio en todas las pruebas anteriores pero los Juegos, en octubre, se me hicieron muy largos. Llegué un poco pasado. Es cierto que hice una preparación muy dura para esos Juegos en la embarcación individual, aunque también hice el doble. Estuve muy bien casi hasta un mes antes de la cita olímpica. El final no fue el esperado, tuve más responsabilidad que en Los Ángeles. Además, fueron los Juegos del reencuentro tras los boicot de 1980 y 1984 y hubo más competencia y un gran nivel.
En Barcelona 1992, sus últimos Juegos, no llegó a la final.
Era un reto para mí terminar en Barcelona. La selección española contrató a unos entrenadores húngaros, yo tuve la suerte de tener a mi lado a Tibor Tatai, un mito en el piragüismo. Compaginé el doble -volví con Enrique Míguez- y el individual. En los campeonatos previos lo hicimos muy bien. Un mes antes en la Copa del Mundo de Alemania fuimos segundos lo que nos hizo albergar esperanzas para la cita olímpica. Sólo fue un espejismo porque nuestros rivales llegaron mejor a Barcelona.
¿Qué balance extrae de toda su carrera?
El balance general, con la medalla y varios podios en las Copas del Mundo, es positivo. Estuvimos entre las cuatro o cinco mejores embarcaciones del mundo en ese tiempo. No sólo hay que valorar los momentos puntuales y sí toda la trayectoria.
¿La medalla olímpica cambió su vida?
Cambia más el exterior que el interior. Yo seguí siendo un deportista ambicioso, me gustaba ganar a todo. Quería perfeccionar mi técnica, mejorar y ganar al resto. Por fuera sí que cambié. Lo que consigues se va valorando poco a poco y va quedando un poso, un historial, que cuando lo recuerdas te das cuenta de que la gente te conoce. En Valladolid es cierto que la gente conoce más mi nombre que mi cara. Me siento muy satisfecho de esa trayectoria. Creo que cambia más el entorno que uno mismo.
Si no hubiera conseguido aquella medalla estaría conectado al piragüismo con más o menos margen. Es cierto que ahora se me tiene más en cuenta gracias a esa medalla, algo importante a la hora de ver plasmados tus ideas y tus sueños, como el centro de alto rendimiento de piragüismo de Valladolid, que era una necesidad, o el poder traer un Mundial en 2003. El poder ver el río Pisuerga plagado de piragüistas es otro deseo cumplido, la llegada de nuevos valores como Ainara Portela, que va a debutar en un Campeonato del Mundo absoluto casi 25 años después que yo consiguiera la medalla olímpica.
¿La medalla sirvió para que el piragüismo de Valladolid progresara?
Sí. De alguna manera, con la medalla los políticos atienden. Tu palabra tiene otro significado distinto que cala más en la sociedad. De ahí nació el centro de tecnificación de piragüismo en 1996. El Ayuntamiento fue muy receptivo ya que entendían esa necesidad porque había más clubes y más deportistas. En general, Valladolid tiene unas instalaciones deportivas admirables.
Las grandes gestas deportivas arrastran las ilusiones de todos, como el baloncesto, la vela… En Los Ángeles se empezaron muchos sueños deportivos que ahora están dando sus frutos.
¿Ha regresado alguna vez al Lago Casitas?
No. Tengo compañeros que sí volvieron y parece que ha cambiado mucho. Durante los Juegos era un lugar en medio del desierto y ahora es un lugar de vacaciones, muy urbanizado. Sí me gustaría volver como lo hice al escenario olímpico de Moscú.
Ahora está al frente de la Federación de Castilla y León y de la Española, ¿cómo se encuentra en la actualidad el piragüismo?
He pasado por todos los escalones: deportista, técnico, secretario de la Federación y ahora también dirijo junto a Juanjo Román el piragüismo nacional. Hemos logrado plasmar nuestras ideas ya que siempre fuimos muy críticos, sobre todo con respecto al piragüismo de alto nivel. Queríamos más participación y a los Campeonatos del Mundo de Canadá llevaremos a 34 deportistas, algo insólito; se han distribuido más becas que nunca; estamos acudiendo a todos los campeonatos posibles… Creemos que es el camino ya que los jóvenes necesitan competir. También queremos dar un giro a la competición nacional, demasiado densa, falta ordenar y priorizar. Queremos orientar la Liga Nacional hacia las disciplinas olímpicas.
¿Qué pretende para el piragüismo de Castilla y León?
Castilla y León va a salir beneficiada, por la motivación. Tener un presidente cercano a la Federación Nacional será positivo. Queremos volver al lugar que nos corresponde.
¿Y qué retos tiene para Valladolid?
Valladolid siempre tuvo gran protagonismo en el piragüismo regional, con permiso de Zamora. Siempre tuvimos deportistas de gran nivel, muchos en las diferentes selecciones nacionales. Apostaremos para que Valladolid tenga alguna competición en la Liga Nacional, sin descartar alguna prueba internacional. Queremos volver a la Liga Nacional, ese es el gran objetivo a corto plazo.

Se necesitó photo-finish
La pareja yugoslava se impuso a Rumanía en aquella final de 500 metros del C-2, pero la tercera plaza fue una dura pugna entre franceses y españoles. Narciso Suárez creyó entrar por delante de los galos en la meta. No así los jueces que indicaron en el marcador electrónico que Francia había sido tercera. Esa decepción sólo duró unos instantes. Esa clasificación desapareció del marcador y se explicó que sería necesario recurrir a la photo-finish para dilucidar el bronce. La tensa espera duró un buen rato pero la imagen no dio lugar a error otorgando a la embarcación española una ventaja de una centésima de segundo sobre la francesa.

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