1-1: ¡¡Pucela vuelve a ser de Primera!!
Y se va de borrachera... El Real Valladolid ha ascendido a Primera División tras doblegar este sábado que pasará a la historia al Alcorcón en el computo global de la final del playoff y tras un empate a uno no exento de un cardíaco sufrimiento.
El ambiente previo ponía la piel de gallina. El campo lleno, el clima inmejorable, el colorido brillante, hermoso como una esbelta cariótide. El rugido de la grada era uno y abrumador, y las bufandas se mostraban con orgullo en los instantes previos a que el equipo saltase al terreno de juego. Cuando sonó el himno, el pálpito era estremecedor. Un canto al unísono delicioso. El aperitivo de una cita con la historia.
Así la grada bramaba el ¡Qué sí joder, qué vamos a ascender! justo antes de que el colegiado Hernández Hernández decretase el comienzo de este esperado encuentro.
El protagonismo pasó del respetable a unos futbolistas que saltaron al terreno de juego como perros de presa. Impetuosos a la hora de querer robar el esférico en medio del campo y encarar la portería del Alcorcón, defendida por Manu Herrera, con velocidad de Concorde.
Ritmo que se vio frenado, entorpecido, por la lesión del linier encargado del ataque vallisoletano en el primer período y que obligó al cuarto árbitro a recoger el testigo, es decir el banderín, y asumir unos galones que no le pertenecían de antemano.
Cambio de planes que dio pie a que el cuadro alfarero medrase por acaparar la posesión gracias a su presión animosa. Empero, el Valladolid no se iba a dejar amedrentar y menos bajo el cobijo térmico de su hinchada. De este modo, volvió a recuperar el control del esférico a los diez minutos de juego, con pausa y criterio, "as always".
Óscar buscó un gol antológico con un disparo desde el medio del campo bien intencionado que a punto estuvo de colarse, dando paso a una fase en la que el Alcorcón volvió a querer y acunar el esférico aunque con escasa profundidad y tino. Combinaba el juego directo con el toque.
Pero cuando toca vestirse con el mono de trabajo, este Real Valladolid se lo pone con prontitud y sin aspavientos. No en vano, hacia la media hora de juego, preocupaba lo poco que se prodigaban los de Djukic por el campo visitante y el escaso tiempo que el balón besaba sus botas.
El Alcorcón cada vez estaba más cómodo y encontraba más espacios entre la maraña de piernas blanquivioletas, cada vez más retrasadas. Así, Montañés con un disparo desde la frontal forzó a Dani a estirarse a media altura en el primer disparo entre los tres palos de un partido atrancado y espeso en el que el Alcorcón, merced a su inteligente presión, acogotaba a los de Djukic.
Otra cara
Sin embargo, el Real Valladolid, cuando se enrabietaba, daba latigazos que asustaban a cualquiera, como el que protagonizó Óscar a pase de Sisi. Se internó en el área y su remate golpeó en el lateral de la red.
Una ocasión en un desierto de imprecisiones blanquivioletas. Los jugadores eran un manojo de nervios y la tesitura clamaba, vociferaba, por que llegase el tiempo de asueto. No obstante, la fatalidad acabo produciéndose. el ex blanquivioleta Fernando Sales, en el minuto 47, remató con la testa y de espaldas un pase frontal y en largo, el cual sorprendió a Dani Hernández a mitad de salida.
Un crochet encajado en un momento pésimo, a un minuto de que se enfilase el camino de los vestuarios...
En la reanudación, el Alcorcón prosiguió con su intensidad y su presión, embotellando al Valladolid en su campo. No obstante, el Real Valladolid se desquitando de la tensión que le agarrotaba y recuperando, menos mal, la posesión del esférico.
Recobraba su toque y su distinción, lo que dio pie a un empate, una descarga de adrenalina, que el respetable necesitaba. Sisi asistió en profundidad a Óscar, quien se encontró solo delante de Manu Herrera y escoltado por Javi Guerra, quien recibió el pase de la muerte para marcar a placer.
Gol que desató el delirio colectivo y desentumeció definitivamente a los jugadores blanquivioleta, pues el peso del partido volvió a tener su sello. La entrada de Álvaro Rubio lo corroboró y empezaron a sonar olés desde las plateas.
Dominio calmado y fiable que halló alguna ocasión, como la anotada en el minuto erótico (69) de partido, en el que el disparo de primeras y en el primer palo de Guerra, a centro de Nauzet, se marchó alto.
Lucha sin descanso
Pero hacía falta otro tanto más, pues un tanto alfarero les otorgaba el ascenso. La incertidumbre y la tensión seguía reinando, más aún cuando Dani Hernández encontraba un agujero entre sus manoplas al intentar blocar un balón vertical colgado al punto de penalti.
A renglón seguido, un contragolpe magistralmente dirigido por Óscr (tres para uno) acabó con un paradón de Manu Herrera con el pie a disparo de Sisi en el corazón del área. Tocó lo justo para que el balón lo repeliese el palo, aunque el miope del colegiado decretó saque de puerta.
Ocasión que precedió a otras dos protagonizadas por Nauzet. La primera un saque de esquina que a punto estuvo de ser gol olímpico si no hubiese golpeado en el palo. La segunda, otro contragolpe que acabó en el costado derecho, donde había una autopista, con un disparo potente que no encontró los tres palos por poco.
Sin embargo, el Alcorcón se jugaba el todo por el todo y, por eso, dispuso garra y acumuló hombres arriba para buscar el tanto de la victoria. Así, Montañés volvió a probar a Dani Herández desde la frontal. El cancerbero volvió a responder antes de que Rubio se resintiese de su lesión y Baraja hubiera de suplirle a escasos cinco minutos del final.
Instantes frenéticos, demenciales, en los que cada barullo en las inmediaciones del área vallisoletana provocaban las mismas taquicardias que las oportunidades clarísimas que desperdiciaron Jofre y Óscar.
Al final, el resultado no se movió y el Valladolid, entre sollozos de emoción, logró el anhelado ascenso a Primera División
Así la grada bramaba el ¡Qué sí joder, qué vamos a ascender! justo antes de que el colegiado Hernández Hernández decretase el comienzo de este esperado encuentro.
El protagonismo pasó del respetable a unos futbolistas que saltaron al terreno de juego como perros de presa. Impetuosos a la hora de querer robar el esférico en medio del campo y encarar la portería del Alcorcón, defendida por Manu Herrera, con velocidad de Concorde.
Ritmo que se vio frenado, entorpecido, por la lesión del linier encargado del ataque vallisoletano en el primer período y que obligó al cuarto árbitro a recoger el testigo, es decir el banderín, y asumir unos galones que no le pertenecían de antemano.
Cambio de planes que dio pie a que el cuadro alfarero medrase por acaparar la posesión gracias a su presión animosa. Empero, el Valladolid no se iba a dejar amedrentar y menos bajo el cobijo térmico de su hinchada. De este modo, volvió a recuperar el control del esférico a los diez minutos de juego, con pausa y criterio, "as always".
Óscar buscó un gol antológico con un disparo desde el medio del campo bien intencionado que a punto estuvo de colarse, dando paso a una fase en la que el Alcorcón volvió a querer y acunar el esférico aunque con escasa profundidad y tino. Combinaba el juego directo con el toque.
Pero cuando toca vestirse con el mono de trabajo, este Real Valladolid se lo pone con prontitud y sin aspavientos. No en vano, hacia la media hora de juego, preocupaba lo poco que se prodigaban los de Djukic por el campo visitante y el escaso tiempo que el balón besaba sus botas.
El Alcorcón cada vez estaba más cómodo y encontraba más espacios entre la maraña de piernas blanquivioletas, cada vez más retrasadas. Así, Montañés con un disparo desde la frontal forzó a Dani a estirarse a media altura en el primer disparo entre los tres palos de un partido atrancado y espeso en el que el Alcorcón, merced a su inteligente presión, acogotaba a los de Djukic.
Otra cara
Sin embargo, el Real Valladolid, cuando se enrabietaba, daba latigazos que asustaban a cualquiera, como el que protagonizó Óscar a pase de Sisi. Se internó en el área y su remate golpeó en el lateral de la red.
Una ocasión en un desierto de imprecisiones blanquivioletas. Los jugadores eran un manojo de nervios y la tesitura clamaba, vociferaba, por que llegase el tiempo de asueto. No obstante, la fatalidad acabo produciéndose. el ex blanquivioleta Fernando Sales, en el minuto 47, remató con la testa y de espaldas un pase frontal y en largo, el cual sorprendió a Dani Hernández a mitad de salida.
Un crochet encajado en un momento pésimo, a un minuto de que se enfilase el camino de los vestuarios...
En la reanudación, el Alcorcón prosiguió con su intensidad y su presión, embotellando al Valladolid en su campo. No obstante, el Real Valladolid se desquitando de la tensión que le agarrotaba y recuperando, menos mal, la posesión del esférico.
Recobraba su toque y su distinción, lo que dio pie a un empate, una descarga de adrenalina, que el respetable necesitaba. Sisi asistió en profundidad a Óscar, quien se encontró solo delante de Manu Herrera y escoltado por Javi Guerra, quien recibió el pase de la muerte para marcar a placer.
Gol que desató el delirio colectivo y desentumeció definitivamente a los jugadores blanquivioleta, pues el peso del partido volvió a tener su sello. La entrada de Álvaro Rubio lo corroboró y empezaron a sonar olés desde las plateas.
Dominio calmado y fiable que halló alguna ocasión, como la anotada en el minuto erótico (69) de partido, en el que el disparo de primeras y en el primer palo de Guerra, a centro de Nauzet, se marchó alto.
Lucha sin descanso
Pero hacía falta otro tanto más, pues un tanto alfarero les otorgaba el ascenso. La incertidumbre y la tensión seguía reinando, más aún cuando Dani Hernández encontraba un agujero entre sus manoplas al intentar blocar un balón vertical colgado al punto de penalti.
A renglón seguido, un contragolpe magistralmente dirigido por Óscr (tres para uno) acabó con un paradón de Manu Herrera con el pie a disparo de Sisi en el corazón del área. Tocó lo justo para que el balón lo repeliese el palo, aunque el miope del colegiado decretó saque de puerta.
Ocasión que precedió a otras dos protagonizadas por Nauzet. La primera un saque de esquina que a punto estuvo de ser gol olímpico si no hubiese golpeado en el palo. La segunda, otro contragolpe que acabó en el costado derecho, donde había una autopista, con un disparo potente que no encontró los tres palos por poco.
Sin embargo, el Alcorcón se jugaba el todo por el todo y, por eso, dispuso garra y acumuló hombres arriba para buscar el tanto de la victoria. Así, Montañés volvió a probar a Dani Herández desde la frontal. El cancerbero volvió a responder antes de que Rubio se resintiese de su lesión y Baraja hubiera de suplirle a escasos cinco minutos del final.
Instantes frenéticos, demenciales, en los que cada barullo en las inmediaciones del área vallisoletana provocaban las mismas taquicardias que las oportunidades clarísimas que desperdiciaron Jofre y Óscar.
Al final, el resultado no se movió y el Valladolid, entre sollozos de emoción, logró el anhelado ascenso a Primera División
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